Uno de los mayores peligros que enfrentamos como creyentes no es la persecución externa, sino el descuido interno. Es tratar lo sagrado con ligereza. Es perder la reverencia, la conciencia del peso de la gloria de Dios, y comenzar a tratar lo santo como si fuera común. Esta fue precisamente la razón por la que Uza, en 2 Samuel 6, fue herido de muerte. Y aunque este episodio puede parecernos duro, encierra una verdad poderosa que hoy necesitamos recordar.
El Arca de Dios y la Irreverencia de Uza
En 2 Samuel 6:6-7 leemos:
“Cuando llegaron a la era de Nacón, Uza extendió la mano hacia el arca de Dios y la sujetó, porque los bueyes tropezaban. Y el furor del SEÑOR se encendió contra Uza, y Dios lo hirió allí por su irreverencia; y murió allí junto al arca de Dios.”
Desde nuestra perspectiva humana, podría parecer que Uza actuó con buenas intenciones. ¡Estaba intentando evitar que el arca cayera al suelo! Pero el problema no fue el gesto, sino la falta de obediencia y reverencia.
El arca representaba la presencia misma de Dios. Solo podía ser transportada por los levitas y de una manera muy específica. Uza y los demás habían desobedecido estas instrucciones, llevando el arca sobre una carreta nueva. Dios no estaba interesado en una “mejor logística”, sino en una obediencia exacta y una actitud de reverencia.
Tratar lo Santo como Común
Hoy, no transportamos un arca física, pero llevamos algo aún más glorioso: la presencia del Espíritu Santo. Y la pregunta es: ¿Estamos tratando Su presencia con reverencia o con familiaridad? ¿Hemos comenzado a hacer de las cosas santas una costumbre, una rutina, una práctica vacía?
Cuando tomamos la oración como una tarea mecánica…
Cuando vamos a la iglesia como si fuera solo una reunión social…
Cuando escuchamos Su Palabra sin intención de obedecerla…
… estamos tratando lo santo como si fuera común.
La Reacción de David
David, al ver lo que ocurrió con Uza, se entristeció y temió. Pero en esa reacción hubo algo positivo: volvió a consultar a Dios. Se dio cuenta de que había algo que corregir. La corrección de Dios no es castigo por castigo, sino una llamada de regreso a la obediencia y a la honra.
Y cuando David trajo nuevamente el arca, esta vez lo hizo con reverencia, con sacrificios, con adoración. ¡Y la gloria de Dios se manifestó!
Aplicación para Nuestra Vida
Hoy, Dios está buscando corazones que lo honren como Santo. Que no se familiaricen con Su gloria al punto de perder el asombro. Que no vivan en desobediencia “con buenas intenciones”, sino en una obediencia reverente y temerosa.
No trates como común aquello que Dios ha llamado santo. No trates como algo ordinario:
Tu tiempo de oración.
Tu servicio en el ministerio.
Tu matrimonio consagrado.
Tus hijos dedicados a Dios.
Tu llamado y tu propósito.
Reflexión
El Dios que habita en nosotros es Santo. Su presencia es gloriosa. Y nuestra respuesta debe ser la reverencia. Que nuestras palabras, nuestras decisiones, nuestras actitudes reflejen que sabemos ante Quién estamos.
Hoy, te invito a examinar tu corazón y preguntarte: ¿He estado tratando como común lo que Dios considera sagrado? Si es así, es momento de volver, de corregir, de honrar. Porque cuando lo hacemos, Su gloria se manifiesta.
No lo trates como común. Trátalo como lo que es: SANTO.